Me da la impresión de que no resultaba muy cómoda la coincidencia con la efeméride de la fundación del “Fascio” o con el tristísimo óbito de Elizabett Taylor o, ya llevando las cosas a un extremo reconocible, con la presentación de la secuencia completa del genoma de la mosca del vinagre. Había que buscar urgentemente una solución.

Y eso que el pasado año, eso sí, compartimos mesa y mantel con el día mundial del aprendizaje, con lo escasos que andamos en esa materia, y lo de moda que se están poniendo los upskilling y los reskilling (a esta pareja me la guardo para otro día).

Pues bien, puestos a la labor, la elección del día 20 de marzo para este año me parece todo un acierto. Hemos dejado a un lado a Mussolini y a la “mosca cojonera” esa del vinagre y nos hemos embarcado en distinto bajel. Y eso que tengo para mí que mucha coincidencia no tenemos compartiendo la fecha de hoy con el día de la lengua francesa o, mucho menos, con el día mundial sin carne (aunque aquí podríamos enfrascarnos en ardiente discusión). Pero lo que sí puedo afirmar es que, incluso pagando ese peaje, me encuentro hoy perfectamente identificado, tanto con el día del gorrión cómo, qué decir tiene, con el día mundial de la felicidad.

Y, por si fuese poco, para reforzar nuestra posición compartimos mes con el día mundial de la naturaleza (el 3), de los árboles y el bosque (el 21), y del agua (el 22). No me extraña que el gorrión se esté encontrando ante un bucólico escenario de placentera felicidad.

Por nuestra parte, lo que tendremos que cuidar es que no se le ocurra anidar entre los servidores o los UPSs. ¡Dicho queda!