Llevamos ya un cierto tiempo en el que, si te toca dar una charla o escribir algo sobre estrategia empresarial, economía, transformación digital, evolución demográfica, geopolítica o sobre el propio sexo de los ángeles, y no citas términos como vector, algoritmo, plataforma, proactividad, disrupción o colocas por algún lado el consabido B2B o la proverbial sostenibilidad, es que no eres nadie.

Pero, dentro de toda esa colección de expresiones, hay una que representa de maravilla esta realidad y no es otra que el término “holístico”. Derivado del griego “holos” que significa “todo”, como en los muy utilizados casos de las palabras holograma (imagen completa) u holocausto (todo quemado), el holismo considera ese todo como un sistema más complejo que la suma de sus partes, con una naturaleza no derivable de sus elementos constituyentes.

Proponer una visión holística otorga inmediatamente a quien lo hace una imagen de estratega, de alguien con valor conceptual, con auténtica perspectiva. Sin embargo, para mi gusto, en los data centers el holismo se nos queda algo corto ya que, aunque las partes sí entran en consideración, es el análisis del conjunto el que se lleva la palma.

Necesitamos una visión que contemple mejor la interactuación de los distintos elementos como partes de un todo mayor y, a su vez, como un todo compuesto por subelementos.

Algo que ya se viene considerando desde tiempos de Arquímedes y que se define con el término “holonismo” derivado de “holón”, sin más que añadir al “todo” el sufijo “on” que significa parte o partícula. Un holón es, a la vez, una parte y un todo, estando influido e influyendo en sus mayores y, también en sus menores.

Qué queréis que os diga, yo ya he comenzado el 2023 viendo el data center lleno de holones. Mi visión será, yendo una vez más a contracorriente, mucho más holónica que holística.

¡Veremos qué pasa!