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PQC

La selección de los compañeros de viaje.

POSTED BY Garcerán Rojas 10 de agosto de 2018

En el mundo del Data Center, de la correcta selección de los colaboradores depende directamente el éxito del negocio. A día de hoy, esta selección no siempre está deparando soluciones de garantía, existiendo múltiples desviaciones, de una u otra índole, que suponen un importante lastre en el desarrollo de cada proyecto.

Hace ya mucho tiempo, el director de mantenimiento de una gran empresa del sector editorial me dijo una frase que se me quedó grabada a fuego: “Si yo tuviera que conocer, sólo medianamente, cada una de las disciplinas que intervienen en mi área de responsabilidad….”, dijo, “…no tendría lugar para almacenar ese conocimiento. Mi nivel profesional está, por tanto, al nivel de aquellos que elijo como colaboradores, cada uno en su especialidad”. “Tómatelo como un cumplido, si quieres”, agregó.

Han pasado casi 20 años de aquello y, sin embargo, la afirmación no puede tener hoy mayor vigencia, sobre todo en aquellos sectores con instalaciones de misión crítica, una de cuyas mejores representaciones la tenemos en el nuestro de los data centers.

No es que exista una infinidad de disciplinas, pero sí un buen número de ellas, cada una de las cuales supone un mundo, y de su correcta resolución depende el éxito del negocio.

Los profesionales que, dentro de cada organización, toman a su cargo los centros de datos, son quienes deciden a quién asignar las tareas de operación y mantenimiento de sus centros, así como, las de diseño, construcción y comisionamiento de los nuevos recintos. Estas personas, disponen, cada día más, de una importante formación pero, aun así, son precisamente ellos quienes deberían suscribir el mensaje antes citado. Su nivel es el que marcan sus colaboradores.

El sector de los Data Center ha ido evolucionando a la hora de elegir los compañeros de viaje, pero no siempre en la dirección correcta y hacia escenarios de mayor garantía.

Como ejemplo, quizá exagerado por lo inusual pero real, al fin y al cabo, el de la reciente contratación de una empresa especialista en paneles solares para una auditoría/assessment en un Data Center en el que se habían producido varias caídas del servicio en un plazo de tiempo muy reducido. Decisión increíble pero cierta, como ciertas sus consecuencias que, no por esperadas, dejan de sorprender.

Otro caso, también en el terreno de lo esperpéntico, fue el de unificación de los contratos de mantenimiento en un edificio en el que había instalaciones generales y otras de data center.  Cada parte tenía su responsable hasta que alguien decidió, por motivos puramente económicos, que lo suyo era ir a un contrato único, por supuesto, mucho más “barato”. A partir de ese momento el mantenimiento del Data Center quedó a cargo del generalista cuya auténtica especialidad era la de limpieza.

Dejando a un lado los episodios anteriores, en la confianza de que tendrían que pertenecer solamente al mundo de las anécdotas, en nuestro sector se dan otros escenarios no demasiado recomendables o, al menos, no en un buen número de casos que son una realidad a día de hoy.

El primero de ellos es el que se plantea cuando el personal propio de la organización decide asumir casi todas las funciones de especialidad, es decir, el clásico “yo me lo guiso y yo me lo como”. Se trata de una tentación bastante habitual en empresas, sobre todo en aquellas de tamaño mayor, pero que, normalmente, arrastra una serie de consecuencias como la pérdida de visión global, la ausencia de experiencia en situaciones distintas de las que se viven en el entorno concreto pero que pueden presentarse de forma súbita, la carencia de perspectiva, etc. Cuando uno mira una pintura desde una posición muy próxima, lo más normal es que sólo perciba manchas de color, siendo necesario separarse de la misma para poder disponer de una visión correcta.

Otra alternativa es la de ponerse en manos de fabricantes de producto. Al fin y al cabo tienes buena relación con ellos, sus equipos comerciales te visitan con frecuencia y te han dado un buen servicio en el pasado, tanto en el suministro de componentes como en su mantenimiento. El acercamiento a ellos es natural y su rigor profesional, en la mayoría de los casos, fuera de toda duda. Sin embargo, sus puntos de vista, comprensiblemente, giran en torno al producto que venden y quizá el resultado no sea lo que el cliente en realidad necesita.

Un movimiento que se ha dado en el pasado y que continúa viéndose es el del responsable de repartir los roles en el proyecto y construcción de un gran data center que recurre a una empresa de ingeniería de gran tamaño y multidisciplinar pero que no es del sector, en el convencimiento de que su hábito de gestionar grandes proyectos compensará su falta de experiencia y conocimiento en los centros de datos. En algunas ocasiones, para compensar ese déficit, se le requiere las subcontratación de un consultor especializado.

Aquí los resultados tampoco suelen acompañar y, normalmente, empeoran a partir de la finalización del primer proyecto, cuando ya se prescinde del especialista, creyendo que una vez pasada esa primera experiencia las demás serán parecidas, o bien considerando que ya han adquirido el conocimiento suficiente como para lanzarse al ruedo solos. Este mismo proceso tiene lugar en el terreno del comisionamiento, donde una vez desarrolladas las primeras experiencias, el generalista prescinde del especialista. Lo cierto es que los ensayos siguen saliendo adelante, pero es muy improbable que se identifiquen, y resuelvan, buena parte de los problemas potenciales que van a aparecer en la instalación a lo largo de su vida útil.

Otra modalidad es la del integrador que, viniendo habitualmente del lado TI, y con esa sempiterna creencia de que lo del lado E&M es muy simple, también se lanza al ruedo sin la debida protección. No conoce las dificultades inherentes a esas especialidades y las cosas no se aprenden en un día.

Por último, comentar el muy extendido caso de asignar los trabajos a la oferta más barata, sin ponderar el contenido técnico de la misma, incluyendo aquí la eliminación del concepto “baja temeraria” en bastantes licitaciones o confundiendo la baja temeraria con la baja necesaria. En estos casos, incurriendo en el enorme error de equiparar “menor precio” con “barato”. Cuando se realiza un buen análisis de TCO, se descubre siempre que acudir a ofertas de menor precio suele derivar en costes globales mucho mayores, es decir, el precio más bajo suele ser al final el más “caro”.

Ante todos estos escenarios, el especialista de verdad poco puede hacer, que no sea advertir de lo que ocurre y, sobre todo, esperar pacientemente una oportunidad que, eso sí, al final, casi siempre llega. Y cuando llega es el momento de aprovecharla al máximo, dándole al cliente lo que este necesita, fundamentalmente seguridad y confianza

Por eso, cuando te das cuenta que tus dudas sobre el nuevo proyecto se ven aclaradas y dispones de los argumentos suficientes para tomar tus decisiones. Cuando confirmas que los tiempos de lanzamiento se están cumpliendo sin mayor sobresalto. Cuando constatas que, a la hora de establecer los criterios conceptuales y a la de desarrollar el proyecto de detalle, el proceso avanza con normalidad. Cuando verificas que la construcción sigue un ritmo adecuado y que las decisiones se toman sin mayor dilación y que cada vez que hay que elegir un camino hay alguien del equipo que asume tal responsabilidad y lo hace de forma argumentada.

Cuando compruebas, de primera mano, que aquello de terminar con la calidad esperada, y en los tiempos y costes previstos, no es algo que pertenezca al terreno de lo paranormal, entonces es más que probable que hayas acertado en la selección de tus compañeros de travesía.

Es algo muy habitual en todos los órdenes de la vida creer que lo que hacen los demás es sencillo. Un ejemplo de ello lo tenemos en el arte del toreo que se ve bien fácil desde la barrera. Pero el terreno real es bien distinto y, en concreto, las instalaciones de misión crítica son como grandes morlacos de largos y afilados pitones. Por más que seas un auténtico maestro del toreo de salón, y en nuestro sector se da mucho esta figura, a la hora de la verdad, es decir, cuando llega la hora de la suerte máxima, no hay disfraces que valgan. O demuestras tu valía o estás muerto. Y en el símil del toreo eres tú la víctima, pero en el de los data center te acompaña tu cliente. Y otra vez a empezar de nuevo

Garcerán Rojas