Y es que, este nombre se encuentra asociado a un ave cuyo reclamo es muy parecido a la risa humana, es decir, como si la observación de los resultados del proceso, o de sus increíbles capacidades, pudiesen tener algún tipo de efecto hilarante.

Pues bien, siguiendo la línea trazada, se me están ocurriendo nuevos nombres para futuros tamaños:

• Cuando se superen los 8.000 qubits, podríamos denominarlo “cacaburra” porque la mera observación supondrá ir más allá de lo propiamente diurético para entrar en un territorio más escatológico (o sea que te vas a ca…).
• Cuando se llegue a los 16.000 qubits nada más sencillo que pasar al rango de los “vacaburra” añadiendo a los efectos hilarante e intestinal otro con un muy interesante grado de rotundidad dimensional..
• Y, por último, superado el rango de los 32.000 qubits, podremos entrar en la gran familia de los “cocaburra” cuyas percepciones y efectos asociados son, aún, impredecibles (o sea que lo vas a flipar, y mucho).

“En todo caso, lo único seguro es que, bien sea con la caca, con la vaca o con la coca, vamos a estar francamente entretenidos”

Si tienes interés por la computación te recomiendo la lectura de anteriores entregas como:

- El aterrizaje de la computación cuántica

- Quiralidad y computación óptica