Las dudas sobre el coche eléctrico. Obstáculos a salvar.
A pesar de los numerosos obstáculos que se plantean, el camino debe de seguir hacia adelante.
Los grandes esfuerzos que se están realizando en materia de sostenibilidad llevan implícita la eliminación de los combustibles fósiles y uno de los principales campos para ello es el del transporte, donde la irrupción de la variante eléctrica ha tomado mucha fuerza en los últimos tiempos. Pues bien, llevamos unas semanas donde nos inundan noticias sobre la retirada o paralización de proyectos asociados a los vehículos eléctricos (en adelante EV) ante la deriva que están tomando ciertas peculiaridades en torno a los mismos y la ausencia de un crecimiento que, previsto inicialmente, parece que no llega, al menos de momento.
Uno de los documentos más completos que, sobre el EV, ha llegado a mis manos, es un libro de Robert Charrette, publicado hace algo más de un año por IEEE, donde pasa revista a los distintos, y abundantes, puntos de vista desde los que puede observarse el EV. Y una de las cosas que más me llamó la atención era una afirmación suya en el sentido de que, a pesar de los numerosos obstáculos que se plantean, alguno de ellos sin, aún, solución, el camino debe de seguir hacia adelante.
A cada una de esas barreras le iré dedicando algún comentario en estas líneas, pero hoy quiero comenzar con el obstáculo que se presenta en la propia fabricación de unos motores de tracción eléctrica cuya producción deberá multiplicarse.
Un motor eléctrico representa la más pura esencia del electromagnetismo y para su funcionamiento requiere de unos imanes la mayoría de los cuales contienen elementos conocidos como “tierras raras”. Entre ellos el neodimio (60), el samario (62), el terbio (65) y el disprosio (66) que si se combinan con elementos ferromagnéticos como el hierro o el cobalto pueden formar cristales que, no solamente resultan altamente magnéticos, sino que, además, son extremadamente resistentes a la desmagnetización.
Pero el uso de estas materias entraña un doble problema:
- El primero, la degradación medioambiental en el punto de extracción y en el de procesamiento.
- El segundo por el hecho de que la mayoría de las tierras raras (prácticamente un 90%) provienen de China, lo que implica una clara vulnerabilidad en la cadena de suministro para aquellos productores ajenos al país en cuestión.
Por ello, la investigación para desarrollar imanes libres de tierras raras se ha convertido en unos de los vectores clave para el futuro de los EV y ya se están lanzando proyectos de colaboración en los que participan tanto agencias gubernamentales, como compañías privadas y universidades.
En USA, tanto en Laboratorios Nacionales como en proyectos de colaboración entre grandes grupos como General Motors y Stellantis junto a startups como Niron Magnetics o la propia Tesla quien anunció en marzo su próxima unidad propulsora libre de tierras raras. En Europa, mediante la creación de un consorcio llamado “Passenger” que agrupa nada menos que a 20 organizaciones.
Estaremos atentos para ir viendo cómo evoluciona el sector y si, tal como se anuncia...
“A pesar de la dificultad que entraña, los resultados serán sorprendentes”.