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LOS DATA CENTERS Y EL RUIDO

POSTED BY Elías Sancho 02 de marzo de 2021

Los proyectos nunca son aquí y ahora, si tiras del hilo son ayer y mañana también.

Del lat. tardío rugītus 'rugido', 'estruendo'.

1. m. Sonido inarticulado, por lo general desagradable.

2. m. Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia.

Estas dos acepciones de la palabra ruido se unen en una sola en el relato que hoy vamos a contar. Al fin y al cabo, será una historia normal, aunque, eso sí, un poco ruidosa.

El contexto geográfico se sitúa en la periferia de una ciudad medianamente grande, en una de esas bolsas urbanas que, con el tiempo, se forman dentro de la región metropolitana, fruto de la conurbación. Una pieza delimitada por rondas de circunvalación y autovías radiales, entre dos núcleos que han ido creciendo excéntricamente hasta entrar en contacto, muy cerca de todo, pero en medio de la nada. Una zona cuyo tejido urbano está por definir, así, de repente.

Digamos que es molesta para el urbanista, porque cuando se identifica que la ciudad ya la ha absorbido, ha de enfrentarse a ella sin el apoyo que supone la pátina del tiempo. El desarrollo urbano aquí no ha sido orgánico y las trazas son, por un lado, una vía de gran capacidad, por otro una vía ferroviaria, por otro un caminito de guijarros, por otro un arroyo seco, etc. Elementos inconexos entre sí, difíciles de asociar.

Cuando te involucras en el asunto, lo primero que haces, como urbanista, es pensar vagamente cómo resolver el nudo de carreteras y conectar el resto de los caminos, con el objeto de dar acceso al ciudadano para que la habite, esto es, proponer nuevas condiciones al lugar para observar su respuesta. Lo segundo, pintar con el rotulador gordo un programa, de color morado digamos… “será zona industrial”. Una vez que te das cuenta de que la mancha morada que acabas de pintar es más grande que el casco histórico y más de la mitad del ensanche, piensas “me he pasado” y pintas mitad morado y mitad naranja … “terciario”, pensando en que había que suavizar la escala del asunto.

El contexto cronológico no es mayor que una quincena de años más tarde del día en que los rotuladores del urbanista dejaron su impronta. Las oficinas que se construyeron en su día en la zona naranja se han ido convirtiendo poco a poco en viviendas (mediante un proceso al principio no legal del todo, pero luego ya asumido) y una de las industrias contiguas de la zona morada ha cambiado ya de dueño, metiéndose en la nave como un cangrejo ermitaño: misma carcasa, diferente inquilino, con otros muebles y planes. Los habitantes de este punto, al principio indiferente de la ciudad, han ido significando este lugar, dándole una historia propia. Y aquí estamos. Nos concentramos en este punto por suerte o por azar, volviéndose borroso todo lo demás. De las infinitas posibilidades que pueden ensayarse, aíslo una (se trata de un proyecto, como habrán podido notar).

La historia empieza, por ejemplo, aquí: una noche de verano calurosa, un vecino de las viviendas, acribillado por un mosquito, empapado el hombre en sudor y aun a sabiendas de que va a escuchar el ruido de la autopista, abre la ventana en un impulso de expansión… A ver si se va ya este p*** mosquito. Tenía que haber alquilado el piso de al lado, con aire acondicionado, total por unos Euros más…”. Perjurios varios.

Cinco minutos después, el silencio lo rompe esporádicamente un camión que pasa y el ladrido constante de un perro, pero eso no es ahora lo que no deja conciliar el sueño a nuestro amigo. Es un ruido, al principio imperceptible, luego molesto, más tarde insoportable y finalmente inadmisible, de la correa de un ventilador de la máquina de los vecinos de enfrente, la nave industrial. Ya da igual que el mosquito siga invisible, que el perro ladre o el camión pase, la culpa de todos los males de nuestro amigo ya es claramente del ventilador del vecino… mañana se va a enterar”.

Nosotros nos encontramos del otro lado, del lado del jeroglífico. Se nos encarga un proyecto atípico: diseñar una envolvente para insonorizar la cubierta del edificio de energía de la nave industrial, donde según los escenarios de trabajo de las grandes máquinas que tiene instaladas en cubierta, en ciertas épocas del año se rebasa puntualmente el límite dispuesto en la última actualización de la normativa de ruido. El problema es que justo cuando más estresadas están las máquinas, más estresado está el vecino por la noche y necesita abrir la ventana.

Se desencadena una frenética secuencia de investigaciones, hipótesis y asociaciones para resolver el asunto, como en una novela policíaca. Tanto importa la iteración de los regímenes de carga de las máquinas para no superar el umbral del límite nocturno, como la posibilidad de cambiar las instalaciones de esta cubierta en el futuro y hacer reversible la envolvente. Es un proyecto en función de múltiples variables, posibilidades, condicionadas por factores y decisiones que aún no existen.

Resulta que el mapa de ruido de la zona ha cambiado en los últimos años, por el hecho de la terciarización y residencialización del barrio, bajando el rango de presión sonora. Las manchas de color de los mapas de los urbanistas (también del departamento de Medio Ambiente y de todos los técnicos que plasman la realidad y el futuro del barrio en los mapas), son móviles. A veces friccionan unas con otras, sin mezclarse, como manchas de aceite. Otras veces el efecto es como si hubiese caído una gota de agua en la acuarela.

¿Pero quién es el culpable de este ruido (litigio, pleito, discordia…)?

  • ¿El industrial? NO. Estaba en el barrio, con sus máquinas instaladas antes que alguien en el edificio de enfrente se decidiera a alquilar un espacio como apartamento. 
  • ¿El vecino? NO. Al fin y al cabo, su contrato es lícito y el mapa de ruido, hoy le da la razón.

Sencillamente, ayer era ayer y hoy es hoy: las ciudades cambian y nosotros hemos de surfear ese mar de ruidos y cambios constantes, conflictos de intereses, internos y externos. Los proyectos nunca son aquí y ahora, si tiras del hilo son ayer y mañana también. Tras un encargo concreto y aparentemente sencillo, se esconde un frenético acontecer de hechos pasados y pensamientos futuros. Los planos que se rescatan y se nos aportan como punto de partida del diseño hoy son sólo unas trazas más de la realidad presente. Palimpsesto: escribir y reescribir constantemente.  

Si a todo lo anterior le incorporamos el ingrediente de tratarse de un data center, que no puede dejar de funcionar, ni bajo nevadas históricas ni en nuestra tórrida noche de agosto, el resultado es evidente.

El data center, aunque normalmente callado en su 24x7, puede a veces trabajar con un cierto rumor de fondo. Y es entonces cuando, como en el clásico guion de “Ahí no hay quien viva”, tendrás en tu puerta a los representantes vecinales para ver “qué hay de lo suyo”.

Por añadir más alusiones de la cultura popular a la incesante actividad de la urbe: “La ciudad nunca duerme”, reza un grupo musical de Zaragoza. “No duerme nadie por el mundo”, escribe un Poeta en Nueva York, en Ciudad sin sueño.

  • “Con el debido respeto caballero. Lamento enormemente la molestia… no podemos parar este ventilador, pero esté tranquilo, podemos poner una solución”, defiende el industrial.

Si el vecino supiera que parar ese ventilador quizás supondría eventualmente no poder realizar el pago por internet de la mosquitera que acaba de elegir, o que el canal de dibujos animados que ve su niña no podría emitir al día siguiente y por tanto la pequeña, ociosa, le despertará a las 8 de la mañana en pleno agosto, después de no haber pegado ojo en toda la noche…

Escribía el novelista polaco Witold Gombrowicz:

“¿Qué es una novela policíaca? Un intento de organizar el caos…”

También nuestros proyectos:

“…Se trata de buscar una idea que explique, que imponga un orden.”

Elías Sancho