Política de Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar tu accesibilidad, personalizar y analizar tu navegación. Al continuar navegando consideramos que aceptas su instalación. Puedes cambiar la configuración u obtener más información en nuestra
(+ info)

Aceptar

PQC

Anuencia enrarecida

POSTED BY Garcerán Rojas 29 de mayo de 2025

Un lenguaje pretencioso puede dejar en evidencia la ignorancia de quienes lo usan

De vez en cuando me da por repasar expresiones que oigo por ahí y que rechinan bastante, la mayoría de las veces por proceder de gente que quiere adoptar una pose, así como de pompa y circunstancia, sin tener una mínima base que lo sustente ni pajolera idea de por dónde le da el aire.

Son ya históricas, expresiones provenientes de gente muy conocida como la del candelabro por candelero, monegasco por monacal, circuncidar por circunvalar, epidemia por estampida y demás de pelaje similar, pero hoy quiero detenerme en dos muy recientes.

La primera, proveniente de alguien que ostenta importante cargo público y que profesa habitualmente la religión de razonar fuera del recipiente. Su perla, en esta ocasión, ha sido la de oponerse frontalmente a un determinado Real Decreto, garantizando que iba a contar con su más completa anuencia.

La segunda, también expresada por sujeto de imagen pública, cuando quiso situar una petición en grado sumo la definió como enrarecida, es decir, reclamó algo enrarecidamente.

Si quieres instar a que algo se te devuelva por la vía de urgencia, lo puedes reclamar de forma encarecida y si quieres oponerte a algo, podrás desaprobarlo, rechazarlo, prohibirlo, denegarlo o contradecirlo, pero nunca ser con ello anuente.

Y si, para oponerse a un determinado proceso legislativo, alguien quiere adoptar una postura anuente, es cosa suya, está en su perfecto derecho, pero, en ese caso y para rematar la faena y ser consecuente consigo mismo, yo le propondría que cuando quiera acelerar algo y tomar de verdad el toro por los cuernos, eche mano de la mayor de las renuencias que tenga a su alcance.

Al paso que vamos, terminaremos por dar pábulo a todo este tipo de tropelía lingüísticas que nos invade, adoptando, eso sí, una postura anuentemente enrarecida.

Hubo un tiempo en el que, quizá por la rebeldía que alienta la edad, nos daba por elegir delegado de clase al más tonto o gamberro de la misma. Parecía que podía ser divertido, pero esa astracanada siempre acababa mal, y daba lugar a exclamaciones similares a aquella que ya ha ocupado lugar entre estas reflexiones y que decía: “en cabeza de carnero negro no vale jabonar

Garceránides

Garcerán Rojas